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Hace
8,000 años los antiguos habitantes del Perú iniciaron
un proceso de domesticación de la flora y fauna silvestre,
logrando con ello importantes aportes para el desarrollo humano,
como el inicio de una ganadería al servicio del hombre y
una incipiente agricultura que les permitió empoderarse de
los territorios que habitaban, pasando de nómades a sedentarios.
La evidencia encontrada en los territorios que ocupó la cultura
Moche, que nos ocupa en este tema, indica que diferentes plantas
como la áchira, frijol, pallar de los gentiles, ciruela del
fraile, algodón, guayaba, pacae, lúcuma, ajíes,
zapallos, mate, etc, etc, fueron cultivados hace por lo menos 4,400
años en Huaca Prieta, ubicada dentro de lo que hoy se conoce
como el Complejo Arqueológico "El Brujo".
El Complejo Arqueológico El Brujo ocupa una superficie de
100 hectáreas, se ubica a 616 km. al norte de la ciudad de
Lima, frente al mar, en la margen derecha del valle del río
Chicama, en el distrito de Magdalena de Cao, provincia de Ascope,
departamento de La Libertad, en la ecorregión del Desierto
del Pacífico, y es el único sitio arqueológico
del Perú que ha sido ocupado ininterrumpidamente durante
los últimos 5,000 años por diversas culturas como
Cupisnique, Salinar, Gallinazo, Moche y Lambayeque... <Mapa
de Ubicación>
Y son precisamente los Moche quienes, entre 200 d.C. y 700 d.C.,
marcaron uno de los momentos más importantes de la ocupación
humana de El Brujo, complejo conformado por misteriosas construcciones
piramidales conocidas hoy como Huaca
Cortada o Huaca El Brujo y Huaca
Cao Viejo o Huaca Blanca, que sobresale por haber sido
el espacio ceremonial y ritual de este lugar, en donde se celebraron
combates ceremoniales en honor al dios Ai Apaec con el fin de mitigar
su furia y como ofrenda a cambio de una mayor fertilidad de la tierra,
el mar, los animales y las personas.
Los combates ceremoniales llevados a cabo en la plaza
principal de la Huaca Cao Viejo fueron realizados por
guerreros que representaban diferentes poblados del lugar y que
acudían ataviados con cascos, pectorales, muñequeras,
anillos de metales, lanzas, porras, estólicas, hondas y cuchillos.
Los guerreros que perdían durante los combates ceremoniales
eran sacrificados, sus cabezas eran cortadas y, al igual que en
otras culturas de la antigüedad, la sangre de los vencidos
pudo haber sido servida en copas ceremoniales hechas de oro, plata
u otro metal precioso, para ser bebida por el Sacerdote del lugar,
quien era el representante de los dioses en la tierra y el nexo
entre los gobernantes y su pueblo. Al hacer esto, el Sacerdote estaba
convencido que se apoderaba de las almas, la fuerza, el valor y
voluntad de los guerreros caídos. Este ritual de connotación
religiosa, que visto con los ojos de nuestra época resultaría
macabro, era una práctica común para los Moche.
Si pudiéramos dar una mirada retrospectiva, ubicándonos
en la época del máximo esplendor Moche hace 1,500
años, veríamos a la Huaca Cao Viejo como un suntuoso
templo piramidal hecho con millones de adobes y diseñado
por eximios arquitectos, que enlucieron sus paredes con adornos
en altorrelieve, bajorrelieve y pinturas
murales de encendidos colores rojos, amarillos, azules,
blancos, y negros, que representaban a sus deidades, sus ritos y
tradiciones. Cao Viejo tenía por lo menos 120 m de largo,
100 m de ancho y 30 m de altura, y ha sobrevivido hasta nuestros
días no obstante el paso del tiempo, los devastadores fenómenos
de El Niño que azotaron repetidamente esa región y
movimientos telúricos que habrían podido destruir
cualquier otra construcción.
La Huaca Cao Viejo aún conserva en sus paredes parte de la
iconografía que los antiguos habitantes de El Brujo plasmaron
en ellas hace siglos. Allí aparecen numerosas representaciones
de divinidades como el dios de la tierra Ai
Apaec en sus distintas formas, tanto como el "degollador"
o como el "hombre araña". Asimismo, aparece el felino mitológico
representado con orejas en forma de pico, espalda dentada, patas
con garras, hocico de zorro, dientes filosos, cola corta y redondeada.
También es abundante la iconografía de animales como
el cóndor,
la mantaraya
y el life, pequeño pez de agua dulce que hasta
el día de hoy puede ser encontrado en los ríos y humedales
cercanos a El Brujo, y que les servía de alimento... en lengua
muchik life significa "pez que vive cerca de la superficie".
La Huaca Cao Viejo está compuesta por una plaza principal,
un patio ceremonial y numerosos recintos entre los que destaca el Mausoleo,
lugar donde se realizó uno de los hallazgos más importantes
de los últimos tiempos y que dejó asombrado al mundo
entero:
la tumba de la
Señora de Cao.
La Señora de Cao, como se ha denominado a la mujer encontrada
en esa tumba, fue para algunos la autoridad suprema y para otros
una Reina Guerrera que gobernó El Brujo mil años antes
que aparecieran los Inca. Su pueblo estuvo conformado por 3,000
a 5,000 personas, dedicadas a actividades de pesca, agricultura,
alfarería y textilería.
Los exámenes de Carbono 14 y ADN practicados a la Señora
de Cao, indican que esta mujer habría fallecido entre los
20 y 25 años de edad, y que habría tenido por lo menos
un hijo. Este personaje parece haber sido muy respetado por su pueblo,
quienes la sepultaron con todos los honores de un alto dignatario
en un ostentoso Mausoleo ubicado en la pirámide Cao Viejo,
cuyas paredes fueron pintadas con símbolos que representaban
al dios Ai Apaec, lifes, mantarayas, el felino mitológico
y el cóndor que simboliza la unión entre el cielo
y la tierra.
La tumba de la Señora de Cao fue sellada
herméticamente con troncos de algarrobo que encajaban
perfectamente entre sí, impidiendo el paso de la humedad,
el polvo y organismos que hubieran podido descomponer su cuerpo.
Junto a la tumba de la gobernante se encontraron tres
entierros de personas de género masculino que
fallecieron 50 a 100 años antes que ella, quienes probablemente
hayan sido parientes suyos o quizá los guías espirituales
de su camino al más allá.
El cuerpo de la Señora de Cao fue encontrado recubierto con
un mineral rojizo llamado cinabrio o sulfuro de mercurio, asociado
por su color a la sangre. Este mineral permitió el excelente
estado de conservación del cuerpo y de sus órganos
internos... tómese nota que los Moche no embalsamaban a sus
muertos ni tampoco los evisceraban, siendo el caso de la Señora
de Cao un notable hecho de excepción.
La Señora de Cao fue hallada envuelta en numerosos mantos
que guardaban los símbolos de su poder: cuatro coronas
de oro, una de ellas con representación de un fiero rostro
felino, un plato dorado que cubría su rostro, aretes
y narigueras
de figuras antropomorfas, un cetro ceremonial de madera y oro, finos
collares con cuentas de piedras
preciosas y otros dijes de oro con representaciones de rostros
humanos, y también husos para tejer, que era la
actividad cotidiana de las mujeres Moche. Dentro de la tumba, pero
fuera del fardo, se halló un ceramio
blanco de fina factura que muestra la figura de un curandero
y una mujer cargando a una pequeña niña.
Llaman la atención los tatuajes en brazos, manos, piernas,
pies y dedos de la Señora de Cao, representando arañas
y serpientes asociadas a la fertilidad de la naturaleza, caballitos
de mar relacionados con el océano y otros símbolos
aún por descifrarse. Los tatuajes
de la Señora de Cao denotaban su elevado estatus dentro de
la sociedad Moche, y aunque hasta ahora no se ha podido identificar
el origen de los tintes utilizados, se presume que la técnica
empleada para tatuar puede haber sido muy parecida a la que se practica
actualmente.
El descubrimiento de la Señora de Cao es un hito importante
para la historia del Perú preincaico, debido a que es el
único entierro hallado en casi perfecto estado de conservación
no obstante los 1,550 años transcurridos hasta la fecha,
y gracias a lo cual se han podido recuperar textiles, piel humana
y diversa información que antes no podía obtenerse
debido al deterioro de los restos Moche, tanto por factores climáticos
como por saqueo. El buen estado de conservación de la momia
de la Señora de Cao se debe a que la tumba estuvo protegida
de tal forma que no permitió el paso del agua de lluvias,
y a su ubicación elevada que impidió la filtración
del agua subterránea a pesar de estar muy cerca del mar.
Merece destacarse el trabajo conjunto que hace 17 años vienen
realizando la Fundación Wiese y el Instituto Nacional de
Cultura en favor del importante patrimonio cultural del Complejo
Arqueológico El Brujo, mediante un manejo responsable que
genera beneficios económicos para las comunidades aledañas
y rescata la identidad cultural del pueblo Moche.
Perú Ecológico está muy agradecido por las
facilidades que la Fundación Wiese ha brindado para la obtención
de información y de algunas imágenes inéditas
que se dan a conocer por primera vez al Perú y el mundo,
a través de nuestro Portal. |
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