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En el transcurso de nuestra historia republicana hemos extinguido o reducido
las poblaciones de importantes especies de la fauna nacional.
La chinchilla, especie silvestre de los Andes áridos del sur, se
comenzó a cazar a principios de siglo por su valiosa piel. Entre
1910 y 1925 el Perú exportaba hasta 120 000 pieles por año,
lo que llevó a la especie a la extinción. Los países
desarrollados la domesticaron y mejoraron genéticamente, y continúan
con su crianza hasta el día de hoy.
A principios de este siglo, las costas del litoral albergaban una población
no menor de 500 000 lobos marinos. Durante los primeros cuatro decenios
se exportaban hasta 40 000 pieles de lobeznos por año. La caza
se realizaba sin control, lo que condujo a la casi extinción de
las dos especies de estos mamíferos. Hoy la población se
encuentra en cerca de 45 000 ejemplares cuyo aprovechamiento, con medidas
adecuadas de fomento y manejo, podría convertirse en un rubro importante
de producción de pieles, carne, grasa y otros subproductos.
A partir de los años 40 le tocó el turno a la fauna amazónica.
La exportación de pieles (nutrias, lobos de río, felinos),
de cueros (lagartos y chanchos de monte), de primates para las investigaciones
biomédicas, y de animales vivos como mascotas, era una actividad
rentable. Se exportaron hasta 180 000 pihuichos y 50 000 cueros de lagarto
por año. La exportación de primates se hacía en forma
tan irracional que por cada ejemplar vivo que llegaba a Miami morían
tres en la captura, en el transporte y en los centros de acopio.
EN
CONCLUSIÓN |
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Las poblaciones de muchas especies amazónicas se
redujeron alarmantemente y se tuvo que implantar una estricta
veda.
Otras especies no tuvieron mejor suerte y, hoy, cerca de
un centenar de especies de la fauna nacional se encuentran
en peligro de extinción, algunas de ellas únicas
en el mundo como el mono choro de cola amarilla. |
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