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No menos ilustrativo es lo que sucedió con la extracción
de la anchoveta, especie planctívora de nuestro mar y anillo fundamental
de la cadena trófica entre el plancton y las especies superiores,
especialmente el bonito y las aves guaneras.
La extracción de la anchoveta creció de 100 000 a 14 millones
de toneladas entre 1950 y 1972, primero como actividad privada y luego
como estatal. La industria del aceite y de la harina de anchoveta se consideró
como uno de los "milagros de la economía peruana". El
Perú llegó a ser el primer país pesquero del mundo
y más de 30 000 familias llegaron a depender de la industria pesquera.
Por todo el litoral surgieron como hongos las fábricas de harina
de pescado, que deponían todos sus desperdicios contaminantes en
el mar sin ninguna restricción y llenaban el aire con olores insoportables
para los pobladores.
Las opiniones de los científicos y expertos que alertaban sobre
la depredación del recurso y las consecuencias que esto iba a traer
al equilibrio ecológico del mar, no fueron escuchadas. El recurso
fue explotado como si fuera no renovable, se mermaron las poblaciones
y toda la industria se derrumbó como un castillo de naipes entre
1972 y 1973.
La quiebra de la industria trajo consecuencias muy graves: miles de familias
quedaron sin traba o, dando lugar a problemas sociales; las poblaciones
de aves guaneras y la producción de guano de isla descendieron
drásticamente; varias especies marinas comunes en nuestro litoral
desaparecieron casi por completo, como el bonito.
Hoy la anchoveta ha recuperado en parte su biomasa y la industria de harina
de pescado ha ingresado a un nuevo auge, aprovechándose también
a la sardina. Nuevamente las harineras han entrado en funcionamiento y
la contaminación de Paracas, Paita, Chimbote, Parachique y otros
lugares ha vuelto a surgir. |
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